Por primera vez en muchos, muchísimos años, empieza diciembre y yo estoy sola. Y cuando digo “sola” me refiero a “single” (disculpen el anglicismo, pero tengo serios problemas con la palabra en español).
Siempre he tenido una pareja, aunque sea algo que recién comienza o algún “mientras tanto” de ésos que ayudan a sobrellevar el rato. Como la navidad del 2004 cuando recién había regresado de Bogotá a Cali y ese diciembre conocí a Diego con el que salí algunas pocas semanas, lo suficiente para no sentir mi ruptura anterior durante la temporada navideña.
Pero haciendo una retrospectiva mientras colocaba las luces, armaba el árbol y desarmaba las ene cajas que tiene mi mamá de adornos navideños - gracias a los cuales quedó suficiente para adornar mi balcón y mi apartamento – pensé que desde los 16 años no estoy “single” durante navidad.
Encontré el pesebre que paradójicamente me regaló mi primer novio, el judío y que hoy es el pesebre que pondré en mi nuevo apartamento. 20 años después pude estrenarlo. Es una belleza en miniaturas. A penas para el tamaño de mi nuevo hogar. Luego en alguna de las cajas de mi mamá encontré una bota navideña que me regaló Carlos Hugo para una novena en la primera navidad que pasamos juntos. Nunca me gustaron los colores, sin embargo tiene el encanto de ser distinta a las tradicionalmente rojas con borde blanco. Después encontré cada uno de los detalles que él le traía a mi mamá en las siguientes navidades. ¡Fueron 4 consecutivas! Sacando las luces de navidad encontré un muñequito artesanal que me regaló alguno de ésos “mientras tanto navideños” que tuve entre la ruptura con Chugo en 1993 y cuando Luís llegó a mi vida por allá en 1999. Con Luis fueron 5 navidades incluida la del 99’.
La del 2005 fue con el Comunista Chileno. Por eso no tengo ningún adorno navideño que me lo recuerde, al tipo le horrorizaba el consumismo. Se negaba rotundamente a vivir el espíritu navideño comprando adornos inútiles mientras el pueblo pasaba hambre.
La navidad del 2006 fue bellísima. Estaba justo donde y con quien quería estar. Daniel “El Claudio” era mi pareja. Entre caballos, vacas y su mirada de tres décadas demás me sentí feliz. Pero la felicidad duró poco y la siguiente navidad fue Pablo el que se comió todos los dulces de nochebuena. Otro de aquellos “mientras tanto”.
Así queda por último Pedro que por descarado no llegó a probar la torta de pastores que prepara mi mamá, cosa que en el fondo me da cierto fresquito.
Este año decidí vencer el miedo a estar “single” durante la temporada. ¡Qué carajos! Por más que mi apartamentito se sienta algo vacío sin quién le admire el vestido rojo y verde y las luces que lo adornan. Tal vez me cueste trabajo estar en las fiestas familiares sin tener a quién abrazar y tomar de la mano mientras los más niños abren los regalos, tal vez tenga que tragar grueso cuando den las 12 campanadas del 31, tal vez tenga que ir sin parejo a los remates y al concierto… Y ¿qué importa? Conozco primas de mi mamá que tienen más de 60 y jamás se casaron pero hay que verlas disfrutando de todo.
¿Para qué sumarle otro “mientras tanto” a esta lista? Ya fueron suficientes, ya sé que no llevan a ninguna parte y luego no falta el que con cierto tufillo de resentimiento me dice: “me saliste carísima ese diciembre”… Cosa que jamás le va a decir a uno alguien que lo haya querido de verdad.
Por eso esta navidad quiero quebrar una lanza por todos los que estamos “SINGLES AT CHRISTMAS” porque hay que ser valientes para no refugiarse en los primeros brazos abiertos que se nos atraviesan en el camino, porque hay que tener coraje para no escurrir una lágrima viendo a todos nuestros amigos emparejados y felices en las fiestas, porque hay que tener verraquera para no meternos en una cama a mirar la transmisión de Jorge Varón de cada año y así evitar ese perverso momento en el que no tenemos ni siquiera a quién llamar por teléfono a desearle una Feliz Navidad y un próspero 2009.