Independiente de nuestras posiciones políticas y nuestras ideologías, que Fidel Castro Ruz haya dedicado 400 horas de trabajo en su convalecencia para dejar un testimonio de la participación de Cuba en nuestra historia de conflictos, nos compromete a una lectura entendiendo el contexto y con una mirada lo más humana posible sobre su autor.
Hay quienes se persignan cada vez que se mienta el nombre del Comandante en una reunión. Yo, en cambio, si lo tuviera cerca le pediría que me autografiara el libro que escribió sobre nuestra historia. Entre otras porque hace tiempo que no pido autógrafos. Le daría las gracias por haber empezado a asumir su convalecencia y entregar el mando de la Isla, aunque no precisamente a su mejor opción. Le tomaría la manito y le diría con voz angelical que ya es hora de que descanse un poco, que se siente en una sillita a ver el atardecer y que se quite ya tanta responsabilidad de encima. Que puede ser un abuelito lindo como todos los de su edad.
Le daría un besito en la frente y le diría que ya pasó... que todo está bien.
Es que al Comandante yo le quiero harto.
Y no es cinismo, no. Ustedes me disculparán, es cierto que tengo fama de sarcástica, pero esta vez mi opinión no tiene nada de sarcasmo.
Me explico. Yo, honestamente, creo que la sabiduría la tienen los ancianos. No todos, claro, pero creo firmemente que más sabe el diablo por viejo que por diablo. Pero a su vez, creo que los ancianos van perdiendo la fuerza y vitalidad que se necesita para dirigir una nación. Para seguir siendo gobernantes. Por eso mismo pienso en el Comandante y pienso que llevaba 50 años dirigiendo hasta que se enfermó. Que hizo cosas muy buenas y otras no tanto. No comulgo con el comunismo, es cierto, tampoco comulgaría con un Franco, y si viviera, a él también le pediría un autógrafo. A Pinochet no me le habría arrimado ni a 100 metros de distancia en sus últimos años, entre otras porque el tipo olía a pis. Pero seguramente le habría pedido un autógrafo en el 1978.
Lo cierto es que admiro a muchos dirigentes aunque no comulgue con sus ideologías o sus métodos.
Así es que por eso digo que le besaría la frente al Comandante, porque creo que haría una mejor labor hoy en día asesorando a otros que continúen su labor, desde su sillita en la playa contemplando atardeceres en Varadero, tranquilo y sin preocuparse más de lo que hizo o dejó de hacer y de hacia dónde va lo que construyó.
El problema está en que es difícil ceder el poder. Entiéndanme, yo lo respeto y hasta lo comprendo. A mi viejo le costó mucho trabajo cuando perdió el 80% de la visión de su ojo izquierdo, permitir que otro le manejara el carro. Luego se deshizo del carro. Ustedes no se imaginan las rabietas de mi papá por eso, pero si lo hubiéramos dejado seguir manejando se habría estrellado otra vez. Eso grafica un poco lo que quiero decir.
La cuestión es que los líderes construyen algo sobre la base de sus ideales, y con el tiempo deben entender que es un legado y que las futuras generaciones se van a encargar de ese legado. No debería preocuparles mucho lo que sucede con aquel legado. Porque finalmente los líderes también pasan a mejor vida. Qué bueno sería que el Comandante pasara a mejor vida en vida. Y descansara en la sillita dejándose dar besos en la frente de quienes lo admiramos por mil cosas aún sin comulgar con él ni con sus formas violentas.
¿Se dan cuenta de que no es cinismo?
Ahora bien, ¿de qué sirve toda una vida de experiencias si no se deja un registro de ello? La relación de Fidel Castro Ruz con las guerrillas colombianas es innegable, él lo que ha hecho es organizar todo lo que su mente todavía le permite recordar para escribir un testimonio de su versión de la historia. Y siendo un anciano, asumo que ya está por encima del bien y del mal, que ya amasó el poder durante medio siglo así que está en el mejor momento para escribir algo con la mayor objetividad posible. ¿Qué mejor oportunidad que ésta para comprender más cosas de nuestra historia? Y seamos realistas, para acercarse a la verdad es necesario informarse desde diferentes puntos de vista de los hechos. No se puede uno quedar con las versiones que a uno le gustan o le parecen más acordes con su propia ideología.
Tuve mi tiempo de radical, si. Yo antes pensaba parecido a mis ancestros, a los godos de mi familia porque era lo único que conocía, (ignorancia crasa que llaman), luego conocí más sobre Cuba, sobre el Comandante, sobre la revolución, sobre el mundo, sobre el poder. Ahora me siento libre, aunque no piense tanto como antes. Los radicalismos me hacían ignorante, ahora soy una ignorante poco radical, así que aprendo más. No me ato a mi ideología y, libre, abrí mi mente. Eso no me hace ni comunista ni nada, eso me hace crecer como ser humano.
Y antes de que lleguen todos los anticastristas a cagarme a diablazos, de una vez les digo que soy políticamente de la re oposición, o sea, soy de ultra derecha con tendencia al centro... ¡y adentro! Y seguiré sentada más hacia la derecha que hacia la izquierda aunque ahí interviene la historia de la izquierda de mi país que es bastante confusa, pero ese es tema para otro artículo.
Este es mi recomendado para las lecturas de fin de año. Sin haberlo leído aún, cabe aclarar.