23.11.08

De besos y otras mugres




Yo no sé si todo el mundo recuerda su primer beso en la boca con alguien del sexo opuesto (o del mismo sexo, vaya uno a saber). Lo cierto es que yo si recuerdo ese fatídico instante en el que mi boca dejó de ser virginal. Fue un 29 de junio por allá en 198…ti pico. Acabábamos de salir a vacaciones de fin de año escolar y yo llevaba 1 semana enamorada de Juan Manuel Uribe, un muchachito del barrio que tenía 3 años más que yo pero era re lindo. Por supuesto a él le gustaba mi amiga Clara, no yo. Pero a mí me importaba un bledo. Ya era grande y yo quería que me diera un beso en la boca, aunque fuera jugando pico de botella.

Efectivamente el juego estaba de moda pero mi hermano no me dejaba jugar porque si yo jugaba él no podía. Y mi hermano que es mayor (¿Vieron? Sigo haciendo énfasis) era la autoridad para mí fuera de la casa. El caso es que durante toda la semana, mis amigas y yo ideamos veinte mil estrategias para que mi hermano me dejara jugar aunque fuera una sola vez. Clara, que siempre me ha alcahueteado todo y que además era la novia de mi hermano, se encargó de convencerlo con el argumento de que si la botella nos señalaba a ambos, entonces en lugar de besos nos pusiéramos penitencias. Ese día descubrí que mi hermano por hacer feliz a su novia hace lo que sea, aunque eso signifique ver a su hermana intercambiando chicle masticado Bubblegum de sandía por primera vez.

Cuando llegó el momento me temblaban las rodillas, el corazón se me iba a salir por la boca y algo en mi interior me decía que saliera corriendo, pero mis pies no hicieron caso. Juan Manuel seguido de toda la comidilla de muchachitos me llevó hasta el ascensor del edificio y yo debía besarme con él sin parar mientras recorría del primer al último piso y de vuelta. Yo había practicado durante dos días a aguantar la respiración, había hecho el recorrido y llegaba sobrada sin ahogarme. Sabía que no me iba a morir, pero sentía como si me estuvieran llevando al matadero. La puerta del ascensor se cerró y Juan Manuel me agarró de los hombros y me puso los labios sobre los míos. Yo apreté los ojos y dejé de respirar…

De pronto el ascensor se detuvo y Juan Manuel me separó: - Tenés que abrir la boca – me dijo. ¿Abrir la boca? ¿Por qué? ¿Para qué? Nadie me dijo que tenía que tener la boca abierta. – Vamos a empezar otra vez – continuó – yo voy a darte el beso y cuando juntemos las bocas abrís la tuya porque con la boca cerrada no vale. Puso el ascensor en marcha otra vez y repitió el movimiento, cerré de nuevo los ojos con todas mis fuerzas y apreté los dientes cuando sentí que me pasaba la lengua por encima de ellos… Es la sensación más asquerosa que recuerdo en mi infancia. Juan Manuel ya impaciente detuvo otra vez el ascensor. – ¡También tenés que separar los dientes! Al tercer intento abrí la boca y sentí su lengua babosa esculcándome hasta las amígdalas. Sabía horrible, a Pony Malta. El recorrido terminó y cuando salí del ascensor Clara, Olga y Mónica me llevaron a parte a preguntarme qué me había parecido, pero yo lo único que quería era subir a mi apartamento a vomitar y lavarme los dientes unas cien veces. Con el tiempo me enteré por mis amigas que el que no tenía idea de besar era él. Sobra decir que hasta ése día me gustó Juan Manuel. Un semana después estaba perdidamente enamorada de Mauricio Naranjo y 3 semanas después me enamoré de Farid Mondragón (si, el arquero) con ése también jugué pico de botella en la casa de Juliana y Ana María Cabal y aprendí a sacarle el gustito a los besos con lengua. La traga me duró el resto de las vacaciones, pero jamás se enteró.

Muchos años han pasado desde aquellos juegos, pero aún cuento mentalmente hasta 5, 10 o 15 mientras doy un primer beso. Fue la tara que me dejaron los jueguitos de besos.
Lo que no me quitaron jamás fue esa emoción que siento cuando un hombre me besa por primera vez. El revoloteo en el estómago, el latido fuerte del corazón, el temblor en las rodillas y el alma en vilo que lo convierten en el momento perfecto. Ninguno de los besos siguientes supera al primero, especialmente cuando uno no se lo espera, como en los besos en las películas, donde el único que está esperando el beso es el espectador pero el galán y la diva se sorprenden tanto que se enamoran perdidamente. Si, ya sé que suena cursi, pero aún sigo esperando el beso de un galán que me enamore así.

A pesar de eso, he besado muchos batracios y ninguno se convirtió en monarca cianótico, pero con todo y todo… ¡Nadie me quita lo bailado!

2 comentarios:

Andrés Meza Escallón dijo...

Ah, bacana experiencia.

En mi caso tuve que aprender rápido y sobre la marcha porque empecé ya muy tarde... así que tocaba tramar de que ya tenía mucha experiencia en la materia. Creo que no me fue mal, pero creo que los besos realmente memorables, al menos para mí, no son los primeros.

Diana G dijo...

Uy! ese 1er beso.... para mi también iba siendo medio traumática y güacalentosa la cosa porque yo tampoco esperaba esa lengua toda intrépida jajaja... tal vez hubiera sido más lindo si hubiera sido de a poquitos, como por etapas, porque eso de así de un totazo pues le quitó la magia y acabó con toda la anticipación tiernita d la preparación pre-beso (que el brillito sabor a cereza, que las cuchumil lavadas de dientes antes de, etc, etc).